Darío Barrio, la sonrisa que se apagó

En los siete años y pico que llevo con el blog, he tenido la oportunidad de conocer a muchos cocineros, grandes chefs, y con algunos de ellos, quizás por coincidir más veces he llegado a tener una cierta confianza, no me atrevo a decir amistad. Ayer yo estaba en Lugo participando en una mesa sobre gastronomía y Redes Sociales y me llegó la terrible noticia del fallecimiento de Darío Barrio, el chef de dASSA bASSA, el chef guapo que gustaba a todas mis amigas, el de la sonrisa que se apagó.

Ahora estoy escribiendo este post, y para hacerlo he revisado mi biblioteca de fotos y me he dado cuenta de que hay muchas fotos suyas. Tengo muchas fotos de Darío, ya que hemos coincidido en muchos eventos y presentaciones, en muchos talleres de distintas marcas y productos, en presentaciones en su restaurante, o hace muy poco en la presentación de su libro.

Recuerdo cómo le gustaba seducir con su sonrisa, hacer bromas y de repente ponerse serio. Recuerdo cómo decía que se hizo chef porque en la cocina le gustaba mandar, más que que le mandasen a él. Pero hay muchos más recuerdos.

Le recuerdo haciendo el ganso con sus buenos amigos Paco Roncero y Ramón Freixa, o dándome un fuerte abrazo cuando nos encontrábamos después de algún tiempo sin vernos. La verdad es que Darío era un tipo simpático y cariñoso.

Me cayó bien cuando le conocí en aquel programa de Todos contra el chef,  y cuando nos vimos la primera vez en la presentación de un electrodoméstico, o cuando fuimos un grupo a comprar juntos al mercado de San Antón. También le recuerdo cocinando durante los talleres que nos dio en Kitchen Club, o en su restaurante dASSA bASSA.

Cuando murió Álvaro Bultó, le pregunté por el tema de los saltos base y el riesgo que supone y por los motivos para seguir saltando pese al riesgo. Darío me contaba que era así, algo que cuando lo practicaba le hacía sentirse bien, que era algo que necesitaba sentir a veces y que tanto Álvaro en su día como a él si le tocaba, lo tenían asumido,  y era parte de su vida pese al riesgo que suponía.

De hecho en su perfil de Twitter, Darío Barrio no tenía una foto cocinando sino una foto suya haciendo un salto, su gran pasión, el salto base, y su restaurante estaba lleno de fotografías de saltos y vuelos.


Es algo que no entiendo, son deportes de muchísmo riesgo, y el lo sabía perfectamente, pero lo seguía practicando. Es difícil entender esa pasión tan peligrosa desde fuera, y más cuando tienes hijos pequeños, pero es algo que solo entienden los que sienten esa adrenalina, esa necesidad de practicar deportes con esa intensidad y supongo que personas como yo no somos capaces de entenderlo... aunque por supuesto respeto su pasión con el tema.

Me estoy acordando de la última vez que coincidimos y nos reímos hablando de los saltos de trampolín en otro reallity de televisión al que se apuntó, y en los que obviamente no tenía ningún miedo, por estar más que acostumbrado a saltar desde sitios mucho más altos... aunque me contó que estaba lleno de cardenales que solamente podían camuflarse entre sus tatuajes...

En fin, que estoy triste, que ahora que han pasado unas cuantas horas voy asumiendo la noticia y me doy cuenta de que le apreciaba mucho y siento de corazón que le haya ocurrido esto a un hombre tan simpático y sonriente con quien he compartido unos cuantos buenos momentos... Siento de verdad su fallecimiento y quería dedicarle un pequeño homenaje desde mi blog, recordando su sonrisa, la sonrisa que se apagó ayer.



Seguro que a Darío le habría gustado la foto que preside esta entrada, una foto que le tomé en su restaurante hace menos de un año y que no está entre las que le envié... y una de las pocas fotos de Darío Barrio en las que no está sonriendo. En fin, descansa en paz Darío.