Cambio desayuno por paseo por el Parque
Dedicado a Mad Hatter.
No tenía nada de hambre y era la hora del desayuno. Así que empecé a andar. No tenía claro hacia donde, pero empecé a andar. Al rato, vi una pasarela que cruzaba la M-30, - me niego a llamar Calle 30 a una autopista de cuatro carriles por sentido, más otros tres por cada sentido en la vía lateral -.
Fotos tomadas desde la pasarela. A la derecha de la M-30, el parque, junto al "Pirulí"
"Tengo que cruzar esa pasarela". –me dije. Y fue visto y no visto. Al llegar al centro de la pasarela, paré para fotografiar la autopista, y vi, al otro lado, un parque que parecía más desubicado que yo mismo. Un parque junto a la M-30. "Pues allá que me voy"
A la entrada, un cartel con el nombre del Parque. (Ver foto de cabecera de esta entrada) Quinta de la Fuente del Berro. Me gusta. Qué bonito nombre, y qué curioso. Y empecé a recorrerlo...
A la entrada, un cartel con el nombre del Parque. (Ver foto de cabecera de esta entrada) Quinta de la Fuente del Berro. Me gusta. Qué bonito nombre, y qué curioso. Y empecé a recorrerlo...
Impresionante...
El Jardín de la Quinta de la Fuente del Berro es una maravilla de jardín, declarado de interés histórico artístico, que me sorprendió desde el primer momento. Qué gran variedad de árboles. Cuanto habría disfrutado si me acompañase Mad Hatter -que me hubiera ido explicando cada especie-, pero igualmente, era un placer caminar entre Tejos, Castaños, Olmos, Durillos, Sequoyas, Abetos y Plátanos... Claro, si es que el Jardín contiene una ruta botánica, interesantísima.
No había mucha gente en el parque. Sólo algunos jubilados jugando a las cartas o al ajedrez, algún deportista trotando, - me gusta esa expresión, mucho más que la de haciendo footing- y algún paseador de perros. Por cierto, en ese momento, eché una bronca a una señora que no recogió la caca de su perro, y encima se cabreó y fue ella quien me insultó a mí. Será guarra…
Seguí caminando, y disfruté mucho más mirando hacia arriba, que mirando hacia el frente o hacia abajo. Qué maravilla de árboles. Qué ejemplares tan enormes. Tilo, Laurel, Gingko, Cedro y Madroño. Preciosos. Qué buen aire estoy respirando, y eso que estoy junto a la M-30. Paseando me encontré con la estatua de Bécquer y con otra del poeta ruso Pushkin, y más allá, junto a la entrada del Jardín, un palacete, ahora ocupado por una sucursal del restaurante Alkaide y aún más allá, veo la famosa Fuente del Berro que da nombre a la finca.
Seguí caminando, y disfruté mucho más mirando hacia arriba, que mirando hacia el frente o hacia abajo. Qué maravilla de árboles. Qué ejemplares tan enormes. Tilo, Laurel, Gingko, Cedro y Madroño. Preciosos. Qué buen aire estoy respirando, y eso que estoy junto a la M-30. Paseando me encontré con la estatua de Bécquer y con otra del poeta ruso Pushkin, y más allá, junto a la entrada del Jardín, un palacete, ahora ocupado por una sucursal del restaurante Alkaide y aún más allá, veo la famosa Fuente del Berro que da nombre a la finca.
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Esta fuente, de uso público, fue muy famosa por la calidad de su agua, considerada la mejor de Madrid, por encima de las famosas aguas de los embalses de Lozoya o de Santillana. Pues ahí tenéis la famosa fuente... (por cierto, el agua, estaba muy fresca y bastante buena)
Seguí admirando los árboles, y me encontré con una acacia blanca, en plena floración. Estaba llena de esas flores blancas y amarillas que de niños llamábamos Pan y Quesito. (Pan y queso, que saben a beso, cantabamos entonces…) Se cogían las flores, se quitaba la corola y se chupaba la miel del fondo. Qué rico… y qué recuerdos.
Bueno, mi media hora del desayuno ha terminado y tengo que volver a la oficina. El paseo me ha despejado un poco. Y menudo paseo que me he pegado. He disfrutado como un enano en el parque.
Sed felices,
Esta fuente, de uso público, fue muy famosa por la calidad de su agua, considerada la mejor de Madrid, por encima de las famosas aguas de los embalses de Lozoya o de Santillana. Pues ahí tenéis la famosa fuente... (por cierto, el agua, estaba muy fresca y bastante buena)
Seguí admirando los árboles, y me encontré con una acacia blanca, en plena floración. Estaba llena de esas flores blancas y amarillas que de niños llamábamos Pan y Quesito. (Pan y queso, que saben a beso, cantabamos entonces…) Se cogían las flores, se quitaba la corola y se chupaba la miel del fondo. Qué rico… y qué recuerdos.
Bueno, mi media hora del desayuno ha terminado y tengo que volver a la oficina. El paseo me ha despejado un poco. Y menudo paseo que me he pegado. He disfrutado como un enano en el parque.
Sed felices,