Hakuna Matata


Yo creía que eso de Hakuna Matata (Ningún Problema) era una invención de Walt Disney para la peli del Rey León. Pero no. Resulta que en Suajili es así como se dice el famoso “No problem”.

Bueno, pues eso, que estamos bien, que no ha pasado nada, simplemente que me he contagiado del ritmo lento de Zanzíbar, - tan acorde con lo de Lazy blog, por otra parte -, y durante más de un mes, no he publicado nada… y no tengo excusa ni hay causa oculta, no hay ningún problema, Hakuna Matata.
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ZANZIBAR... 
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Afortunadamente... la primera impresión no es la única que cuenta…, porque la llegada al aeropuerto de Zanzíbar es tremenda. No había nadie esperándonos para llevarnos al hotel, -llegaron una hora tarde,- y las vistas de la isla desde la carretera, eran desalentadoras. Chabolas, pobreza tremenda y barro cubriendo las carreteras de tierra.

Nos consolabamos pensando que todo eso sería hasta llegar a Nunwi, la ciudad turística del noroeste de la isla de Unguja, la principal del archipiélago de Zanzibar. Pero la visión de la ciudad era también terrorífica. Si no, no tenéis más que mirar la frutería, o el ciber-café… fotografiados desde el coche que nos hizo el transfer, por una carretera llena de baches, charcos embarrados, etc...(podeis ampliarlas si hacéis clic en las fotos)


Impresionante el cyber-café ¿verdad? Tenía tostadora de CD's y Mp3 como podéis ver. Pinchad y se harán grandes las fotos, que en algunas, puede merecer la pena... Pero al fin llegamos a nuestro hotel (el Langi Langi), montado sobre un palafito en el oceano índico. Y a partir de ese momento, todo fue genial, precioso y muy recomendable. Aquí lo véis con la marea bien alta.


La costa noroccidental de Zanzíbar, es una maravilla. Las aguas azules de grandes mareas, hacen que las playas se cubran hasta desaparecer, para resurgir con la bajamar. La arena es blanca y fina, no se pega en los pies y brilla hasta deslumbrar. Los palafitos de los hoteles tienen escaleras para bajar bien a la playa o bien al agua si la marea está alta, y es un auténtico placer. Incluso de noche, dejan luces encendidas que animan a darse un chapuzón.
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Temprano, nada más amanecer, comienza una actividad de recolección de pescados, calamares y mariscos, que ocupa a las mujeres con sus ropajes coloridos. 

Lo hacen todo a su ritmito, Pole pole, (tranquilo), en un rito lleno de color y belleza.




Las barcas de remo y los frágiles veleros salen también a recoger sus presas, con las redes y las jaulas, para tener pescado fresco.
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Y cuando el sol, comenzaba su ascensión, nosotros, marchábamos a bucear.

Tras nuestros buceos, comíamos cualquier cosa ligera, y ya por la tarde, nos relajábamos en la playa o la piscina, con la lectura, los paseos, las puestas de sol, y las fotografías, hasta que se acercaba la hora de la cena. Hay que decir que el ritmo de la isla era todo Pole pole, así que no había prisa, y si la tenías, iba contra ti mismo. 


Por ejemplo, para tomar una cerveza, había que esperar una media de 15 minutos desde que la pedías hasta que te la traían. Y para comer, la demora media era de más de 45 minutos. Esto nos agobió los dos primeros días, pero después, nosotros mismos hacíamos ese ritmo. A las ocho u ocho y media, sin hambre, nos ibamos al restaurante donde fueramos a cenar, y ibamos pidiendo la bebida y leyendo la carta tranquilamente. Luego pedíamos y esperabamos la comida mientras ibamos haciendo hambre. A todo se hace uno... y por otra parte, el stress no existe en el paraiso.
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Las comidas, en general, buenas. 


Magníficos el pollo y los calamares, pulpo, pescados, pastas y pizzas; peor la carne, pero buena también, muy picante el curry, (no en vano el Sultanato de Zanzíbar era conocido como la isla de las especias antes de unirse a Tanganika y formar Tanzania). 

Respecto a las bebidas, las botellas de cocacola eran tamaño familiar 32cl, o si las tomabas de lata, eran esas con anilla de la que se arranca, y con las letras en árabe. Las cervezas, muy buenas, en especial la Kilimanjaro y la Safari, que son fuertecillas (y de medio litro).
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Por la noche, caíamos rendidos, porque el buceo agota, (y adelgaza jejeje, casi 5 kiletes he perdido), aunque había buena oferta de música en la playa, en los dos o tres chiringuitos playeros, entre los que destacaba el Cholo’s, que incluso organizó una fiesta nocturna para el 5 de noviembre, si ganaba Obama.
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Incluso pudimos ver una carrera de la Formula 1, con la victoria de Massa ante Hamilton, -aunque fuera insuficiente para quitarle el mundial,- tomando una cerveza en el Fat Fish, otro restaurante en la playa y hasta descubrimos el Rap tanzano con estética yanki y un toque de Reggae jamaicano.
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En fin, como ya os he dicho en algún que otro post, no hemos hecho nada más que de sufrir y de sufrir. Continuará sin concierto orden ni.

Sed felices,