Conejo al ajillo con patatas a lo pobre, la receta infalible



Hoy vamos a preparar la receta de conejo al ajillo con patatas a lo pobre, un plato que me trae recuerdos de dos lugares que me vienen a la memoria para comer buen conejo al ajillo. Uno, el que se cocina en La Ruta del Purche, en Monachil (Granada), subiendo hacia Sierra Nevada, y otro en cualquiera de los muchos restaurantes de Lillo, en la provincia de Toledo.

En estos dos lugares, te preparan unas raciones de las que no se olvidan nunca. Ahora mismo, solo con pensar en ambos destinos, mi boca se ha ido llenando de saliva imaginando el estupendo sabor y textura de esas raciones. Si tenéis ocasión y pasáis cerca de cualquiera de dichas localidades, puede ser una buena opción que paréis a disfrutarlo.

Lo particular de esta receta es que el plato de conejo si bien también está hecho al ajillo inicialmente, después está guisado con vino y caldo, para evitar el componente grasiento y aceitoso de la preparación clásica. Como guarnición, unas fantásticas patatas a lo pobre, que se me antojaron al recordar los sitios de los que os hablaba antes. ¡Al lío!


Ingredientes para 4 personas

  • Para hacer el conejo: Un conejo partido en presas medianas, (el carnicero os lo hará estupendamente si se lo pedís para ajillo), 5 ó 6 dientes de ajo, una guindilla (opcional), harina, Aceite de Oliva Virgen Extra, sal y pimienta, un chorreón de zumo de limón, un vasito de vino blanco y un vasito de caldo de pollo.
  • Para las patatas a lo pobre: 4 patatas medianas, 1 pimiento verde tipo italiano (alargado), 1 cebolla (yo usé morada, pero vale igual blanca), AOVE y sal.

Cómo hacer conejo al ajillo con patatas a lo pobre 


La única complicación que tiene este plato es que hay que estar pendientes de dos guisos, que tienen cada uno su propio tempo, por lo que conviene estar atento. (No es de esas recetas que dejas haciéndose y te vas a ver la tele o a contestar comentarios en el blog) Por ello, si lo queréis hacer, que como siempre os lo recomiendo, tened en cuenta que sin ser difícil, sí que requiere estar en la cocina con los cinco sentidos.
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Comenzaremos con las patatas, que tardan algo más porque han de hacerse a fuego muy lento. La cosa es sencilla, las pelamos y cortamos en rodajas hermosas de algo menos de un cm de grosor, o sea, gorditas pero sin pasarnos, y las salamos y ponemos a freir en AOVE, a fuego medio-bajo. 

Nuestro objetivo es que se hagan despacio, sin dorarse, casi confitandose o cociéndose en el aceite. Una vez las tenemos en la sartén, picamos la cebolla en juliana y el pimiento en trozos groseros y los añadimos a la sartén. Removemos para que se mezclen bien entre las patatas y bajamos el fuego al mínimo para que todo se haga muy muy despacio.


Mientras se van haciendo nuestras patatas a lo pobre, empezamos a preparar el conejo. Lo primero, picamos dos dientes de ajo en filetes y los ponemos en una sartén con aceite de oliva, con la finalidad de aromatizar ese aceite para luego freír ahí el conejo. Si queréis y os gusta el toque picante, añadid también una guindilla. 

En cuanto empiecen a dorarse los ajos, apagad el fuego y removed un poco y ya lo tenemos listo. En ese rato, salpimentamos las tajadas de conejo y las pasamos por harina. Una vez pasadas por harina y sacudidas para quitar el exceso, freímos las presas del conejo en el aceite que hemos aromatizado con los ajos y la guindilla, hasta que queden bien doradas. Sacamos y reservamos.


No olvidéis que estamos a dos cosas a la vez, (a los hombres nos cuesta un poco más, jeje), así que removed delicadamente las patatas, que estarán a estas alturas algo más quebradizas, medio cocidas, y cambiad las de arriba abajo para que se vayan haciendo todas por igual. Aún falta tiempo, como veis, los trozos de pimiento aún no están bien pochados, aunque el proceso va bien.
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Preparamos la cazuela de barro donde vamos a rematar nuestra receta. Allí colocamos las piezas doradas de conejo, y otro par de ajitos bien picados, una hoja de laurel y un poco, dos cucharadas o así del aceite en el que hemos frito el conejo, un chorrete de limón exprimido por encima de las tajadas, y lo ponemos a calentar. Cuando la cazuela ya tiene su temperatura, agregamos medio vaso de vino blanco y dejamos que evapore el alcohol, y medio vaso de caldo, dejando que el conejo cueza en esa mezcla hasta que prácticamente no quede salsa.


Es fundamental dar la vuelta a las tajadas de cuando en cuando, para evitar que se agarren al fondo. En unos minutos, la salsa se ligará, reduciéndose hasta la mínima expresión. Además nuestras patatas están prácticamente a punto, por lo que subimos el fuego para que algunas estén tostaditas y algo crujientes.


Ya estamos listos para emplatar. El conejo ya está prácticamente seco, y queda sólo un poco de salsa en el fondo de la cazuela. Las patatas, ya están algo doradas, y las cebollas y pimientos están totalmente pochados. 

Con una espumadera, sacamos una paletada de patatas a lo pobre, escurriendolas bien antes de poner en el plato. Añadimos unas presas de conejo al lado y salseamos con una cuchara o dos de la salsa reducida que nos quedó.


 ¿Hace falta contar más? Yo creo que no.


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Notas:

  • Esta receta sin el añadido del zumo de limón el caldo y el vino, sería el clásico conejo al ajillo, pero hemos preferido escurrir las tajadas del aceite y añadir esos ingredientes para que la carne cueza después ligeramente, ganando en suavidad, y reduciendo las calorías. Además se consigue una salsa sedosa inolvidable.
  • Las patatas a lo pobre también las hemos escurrido bien, con la misma finalidad.
  • La carne del conejo es una carne finísima, blanca y muy barata. (Si no os gusta, la podéis sustituir por un pollo en trozos y os saldrá un plato muy parecido, pero con algo menos de sabor)

Sed felices,